Chau a las cinco de la tarde

"Ay... !qué terribles cinco de la tarde..!
Eran las cinco en todos los relojes.
Eran las cinco en sombra de la tarde..."
                  (Federico García Lorca)

"Hasta la vista amigo. No le digo adiós.
Se lo dije cuando tenía algún significado.
Se lo dije cuando era triste, solitario y final..."
                  ("Un largo adiós", Raymond Chandler)





Después de todo
no es tan mala idea
proponernos un chau a las cinco de la tarde
que es una hora neutra.
Pensándolo bien
qué otra cosa puede hacerse a esa hora,
cuando ya es tarde para dormir la siesta
y aún es temprano para intentar la noche,
el amor, sus recovecos.
Es sabido
que todos los hechos trascendentales,
como los golpes de estado, por ejemplo,
(cuando nos despertamos inquietos
con los sones triunfales de una marcha),
detenciones, secuestros, otras cositas,
nunca van más allá
de las cinco o las seis de la mañana,
cuando comienza el alba,
según cuenta la historia,
la hora en que se lanzan las grandes ofensivas,
las batallas;
la llamada hora crítica, cuando tantos enfermos
se aprestan a dejar sus pobres huesos,
sus distintas maneras de morir,
en blancos hospitales;
o esa otra despedida final, los ajusticiamientos
¿a quién se le podría ocurrir fusilar
si no es al alba?
Así, después de todo,
creo que es un hallazgo
fusilar la amistad, el amor, la ternura,
proponernos un chau a las cinco de la tarde
que es una hora neutra,
una hora con tanto de domingo,
cuando están recibiendo las últimas noticias en los diarios,
y adonde felizmente
este chau tuyo, trascendental y triste,
no llegará, pasará totalmente desapercibido,
cosa que no se enteren ni el mundo
ni los pájaros.



                                                                   
                                                                 ("Contra la muerte", 1980)