domingo, 13 de febrero de 2011

Las cosas del leer (III)

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La edad de la razón

            "Todos los hombres, en algún momento de su vida,
              han sentido la misma sed de océano que yo..."
                                     (Herman Melville)



Acaso esta certidumbre del mar que nos abruma
no sea otra cosa que la obstinada ausencia
de las tripulaciones
la tristeza de los viejos marinos.
Desde qué playas de nuestras vidas pregunto
de qué puertos         
la sed nos empujó hacia el mar, aguas abiertas,
páramo líquido por donde perseguimos innumerables sueños,
cetáceos fantasmales, otros espejismos.
Quizás encontramos la edad de la razón en alta mar
pero obviamente
nos resultaba imposible quemar nuestros navíos,
hubiese sido suicida, apenas un tímido homicidio.
Hoy regresamos al fin,
gritamos !tierra... tierra..!
y nuestras manos de expertos trapecistas
aferran con desesperación las antiguas banderas
que otra vez nos hacen flamear y nos convocan;
y mientras trajinamos el hirviente bullir de las ciudades,
sus mujeres queridas, el tufo familiar de las tabernas,
la noche y sus misterios,
volvemos a sentir la juventud de nuevos espejismos.
Sabemos que estamos de regreso, sí,
pero no nos sentimos vencidos,
apenas, si es posible, un poco más cansados.
Algunos encontraron el amor, pudieron echar anclas,
y sin embargo, la mayoría de nosotros
pagó por la razón un alto precio,
el mar nos devoró nuestros años más tiernos.

Y el mar raras veces devuelve su presa,
comentan por lo bajo los viejos marineros...



                                                                                                                                                                   

                                                                      Héctor Solasso
                                                                      ("Diario de a bordo", 1977)

1 comentario:

  1. El mar raras veces devuelve sus presas pero cuando las devuelve y gritan Tierra, y la certidumbre del no retorno deja de agobiarnos, aferramos con desesperación las antiguas banderas que otra vez nos hacen flamear y nos convocan...
    y cómo se goza compañero!!!
    Gracias, es hermoso.

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