miércoles, 2 de marzo de 2011

Movimiento socialista y movimiento democrático por José Aricó

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             Yo creo que es un problema no resuelto. Dentro de la concepción marxista, un problema arduo y complicado es el de la relación entre momento democrático y momento socialista, porque el grueso del movimiento socialista hoy está atravesado por una idea instrumental, utilitaria, de lo que es la democracia. Vale decir, utilizamos los métodos democráticos, en la medida de lo posible, para conquistar el socialismo, pero el socialismo tiene una legalidad propia que no tiene por qué referirse de ninguna manera a todo el sistema conceptual de lo que aparece como la democracia burguesa. Esta es un poco la idea.
               Pero el problema de la democracia y el socialismo no está vinculado solamente al de las instituciones. El problema es previo, es el cómo un conjunto de sectores sociales que aspiran a un mejoramiento de su situación, a una transformación del país, a la superación de los grandes conflictos que impiden el avance de ese país, y que agudizan tensiones, contradicciones, etc., cómo esos sectores que piensan en términos de la nación, puedan no estar separados de otro movimiento que se caracteriza fundamentalmente por un proyecto de transformación social. Esta bifurcación, como digo, apareció en una etapa temprana y se mantuvo, pero se evidencia y se muestra como la separación de sectores de decisiva importancia para todo proyecto de reconstitución social.            
                 Lo que aparece dividido no es simplemente el campo de una burguesía que reclama ciertas libertades democráticas para poder ejercer con mayor libertad sus derechos o sus exigencias económicas. El movimiento democrático aparece, en última instancia, como un movimiento que exige la transformación de la sociedad, aunque no le dé a esta un signo socialista, o aunque esa exigencia aparezca llena de contradicciones
y sin propuestas claras y sin un norte socialista. A su vez las fuerzas socialistas que privilegian excesivamente el norte, la finalidad del socialismo, se muestran absolutamente incapaces de gravitar sobre los hechos concretos, sobre políticas de transformación concretas. Entonces aparece una bifurcación representada por dos sujetos históricos: un movimiento nacional que es esencialmente reformista y uno revolucionario que es esenciamente socialista, sin puntos de unidad entre ambos.
                  Desencuentro entre Reforma y Revolución, en que ambos aparecen entonces totalmente confundidos, desdibujados, de modo tal que todo tipo de participación en las instituciones, o todo proyecto concreto de transformación que no tenga un carácter socialista, es criticado por los socialistas como reformista. Creo yo que lo que hay que modificar es toda esta concepción de reforma y revolución. El movimiento socialista es esencialmente reformista. Se propone mejorar la situación de los trabajadores, de los ciudadanos, de los campesinos, los niveles de educación, de salubridad, de vivienda, etc. Vale decir, se propone mejorar la situación de las clases populares. ¿Qué significa mejorar la situación de las clases populares? Significa gravitar sobre las situaciones presentes para ofrecer programas de alternativa que sean capaces de resolver hoy _ no mañana, cuando llegue el socialismo_ esta situación. Quiere decir que toda lucha socialista, necesariamente, para ser verdaderamente una lucha de masas y tener posibilidades de éxito, debe ofrecer soluciones viables para los problemas de hoy de cada uno de los países. Si es capáz de mostrarle al ciudadano que hay una alternativa a lo que hoy está pasando; si es capáz de ofrecer frente al programa económico del gobierno uno alternativo, pero viable en los términos actuales en que hoy se debate el problema, esta izquierda hace entonces política, interviene en la política, puede construir una política de masas.
                El problema de si algo es reformista o no, o si algo es revolucionario o no, no reside simplemente en el tipo de objetivo. No es cierto que haya objetivos reformistas y objetivos revolucionarios, porque los objetivos se convierten en uno o en otro, en virtud de las fuerzas que contradicen la necesidad de alcanzarlos. En países con fuerte represión, el objetivo de sacar un periódico libre es revolucionario, porque sufre restricciones tan grandes que para lograr imponer una prensa libre evidentemente hay que transformar toda la sociedad en su conjunto. Sin embargo, en otros países, caso de México, sacar un periódico con libertad de acción es una cosa extremadamente fácil, porque allí hay un sistema institucionalizado que lo permite. Lo revolucionario o reformista de una propuesta no estriba en cuán magna, grande o pequeña es, sino en cómo se instrumentan las fuerzas para llevarla a cabo.
                  Entonces lo que debe entender el socialismo es que no puede existir socialismo si no existe un proceso de concientización de masas, si los hombres no empiezan a comprender que su suerte está en su lucha, está en manos de su capacidad de organización, de desición. Por tanto en este sentido todo movimiento socialista es profundamente democrático, porque apela a la autonomía y a la conquista de una autonomía ideológica y política de cada uno de los hombres que participan en este movimiento y debe desplegarse necesariamente en una institucionalidad democrática. Esa institucionalidad democrática está atravesada permanentemente por esta participación de las masas que es lo que le da el carácter democrático.
                  Entonces, si un movimiento socialista se define como esencialmente democrático, porque parte del criterio de que no puede haber transformación social si no son los hombres los que la hacen y los hombres como entes libres, capaces de decidir, de gestionar, de pugnar, de pelear y de organizarse, cómo es posible que este movimiento no reconozca a su vez la importancia de instituciones libres en la sociedad: la presencia del parlamento, de los órganos de opinión, de periódicos, la presencia de multiplicidad de organizaciones políticas. Yo creo que esa es la prolongación natural de la tradición socialista. Ese es el tipo de concepción que existió en el movimiento socialista durante largo tiempo. Estimo que las vicisitudes concretas de la revolución bolchevique determinaron una serie de concepciones que a su vez fueron cerrando el discurso socialista. Lamentablemente en la Unión Sovietica, un solo partido debió asumir toda la responsabilidad del poder, pero esto no fue una exigencia de las circunstancias ni una propuesta de los bolcheviques; fue el resultado de una historia. La dictadura del proletariado no se identificaba con un solo partido. Ese concepto del monopartidismo surge luego. Pero es interesante recoger toda la experiencia que se da luego de la caída del nazismo en la Segunda Guerra Mundial, porque en el interior de las fuerzas comunistas aparece una nueva forma de considerar la situación. Yo recuerso perfectamente cómo la fornulación de la democracia popular apareció como sustitutiva de la dictadura del proletariado. Vale decir, en países como Checoslovaquia, Bulgaria, Rumania, Polonia, Yugoeslavia, la democracia popular era el sistema, la institución de poder que permitía asegurar un tránsito de las sociedades capitalistas a las sociedades socialistas sin pasar por la dictadura del proletariado y fue planteado de esa manera. Vale decir, el pluralismo político apareció no sólo como un fenómeno remanente del pasado, sino como una necesidad planteada por la realidad para poder transformar estas sociedades. Por tanto, no es cierto que pluralismo político sea excluyente del movimiento socialista. Más aún en aquellos lugares donde ese pluralismo político pasa por la propia izquierda, por la multiplicidad de organizaciones de izquierda.

                                                                     
                                                                   
                                                                        Setiembre-Octubre 1980
                                                                         Entrevistas, 1974-1991










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