(Reflexiones sobre una polémica entre José Schulman y Norberto Galasso)
¿Una nota desactualizada? ¿Resquemores y prejuicios que perviven en sectores del peronismo y de la izquierda? Creemos que el de Schulman es un justo y merecido homenaje a un hombre digno, y a travéz de él, a toda una militancia heroica y sacrificada, que no puede ser culpada de los errores de sus direcciones políticas. Tampoco, por supuesto, la militancia peronista, cuyos nombres engrosan mayoritariamente las listas de mártires de la última dictadura. Sin embargo, desde el brutal asesinato del camarada Juan Ingalinella hasta hoy, mucha agua corrió bajo los puentes y mucha sangre sobre los asfaltos.
Es cierto que el PC, bajo la conducción de Codovilla, no sólo formó parte, sino que fue inspirador de la nefasta Unión Democrática, aunque en un reciente reportaje radial su actual Secretario General finja ignorarlo, y sobran folletos y libros más cercanos a un empecinado antiperonismo que a un análisis marxista lúcido de esa problemática, salvo honrosas excepciones. Sin embargo, los hechos que relata Schulman no pueden ser negados, como tampoco la acción conjunta de peronistas y comunistas para apoyar la candidatura de Frondizi en el 58, las cárceles y barcos compartidos luego, y una cantidad de acciones unitarias que fueron jalonando el largo camino de la lucha popular. .El compañero Galasso_ porque somos compañeros, a no dudar_, no puede desconocer las luchas protagonizadas por trabajadores peronistas y comunistas, aún antes del 55, y a lo largo de los duros años que siguieron. No ignora que la represión las cárceles y las torturas no hicieron mayores distinciones, hasta que las fosas comunes del Terrorismo de Estado terminaron por borrar toda diferencia.
Resulta un poco inútil, además de inconducente, seguir dando vueltas hoy a la noria de esa parte de la historia, pero no es bueno descontextualizarla, hacernos los distraídos y, mucho menos, tergiversarla. ¿Recriminarnos mártires? Sin duda, por su masividad, gana el peronismo, aunque por su antiguedad, los militantes comunistas y de la izquierda en general empatarían, si de entrar en este ridículo y morboso juego se tratara. Prefiero levantar el símbolo de la unidad obrera, sellada con la sangre y la muerte, en la militancia fraternal de esos dos grandes luchadores que fueron Atilio López y Agustín Tosco.
No estoy defendiendo a un partido que dejé en 1987, sino rescatando un presente que nos exige la unidad en una lucha donde el enemigo no es, nunca fue, la izquierda, como el propio Galasso señala en su lúcida carta a Altamira. No puede confundir los grupitos de ultraizquierda, que él caracteriza tan bien, con los amplios sectores de izquierda que hoy acompañan, se sienten integrados al proyecto nacional y popular encarnado en el kirchnerismo, acaso, una etapa superior del peronismo, la síntesis que la historia reclamaba. En cuanto a la insólita justificación que hace Galasso de la represión durante los gobiernos peronistas, es cierto que cuando la lucha de clases se agudiza, la violencia es más que probable, y no es menos cierto que los gobiernos peronistas tenían el derecho de defender las conquistas alcanzadas. Pero, ¿encarcelando y torturando comunistas mientras aplicaba treinta días de arresto al general Menéndez por su intento golpista?; ¿desmovilizando a las masas obreras luego del criminal bombardeo a la Plaza de Mayo?; ¿atacando y desarticulando a la izquierda de su propio movimiento en el 74?; ¿designando como Jefe de policía al mismo Villar que organizó la Triple A, y que supo derrumbar con una tanqueta la puerta del Partido Justicialista, donde se velaban los restos de algunos de los fusilados en Trelew?
La desafortunada forma en que Galasso conceptualiza el tema, no solo refleja la persistencia de prejuicios, fanatismo, o en el peor de los casos, mala fe argumental, sino que debilita la necesaria unidad de acción ante una derecha restauradora (también al interior del peronismo, Galasso, ustéd lo sabe) que no dudará, que nunca dudó, en recurrir a la violencia, como ya lo está haciendo con todos los gobiernos progresistas del continente, toda vez que los procesos de cambio se profundicen.
Hoy estamos construyendo una nueva esperanza, un nuevo paradigma, y lo estamos construyendo desde distintas vertientes, desde diferentes culturas políticas e historias personales, y sólo su confluencia es capáz de garantizar el triunfo. Pero antes es preciso el reconocimiento honesto de los propios errores, la necesaria autocrítica, tanto de la izquierda como del peronismo. Recientemente, el candidato kirchnerista a la Gobernación de Santa Fe, confluyó con el Partido Comunista en un acto en Rosario, que se realizó, precisamente, en la casa-museo de Juan Ingalinella, de donde lo sacaron el 16 de junio de 1955, para convertirlo en el primer desaparecido. Este hecho, y las palabras fraternales del compañero Rossi, están marcando un tiempo nuevo.
Ustéd los vió, Galasso, en el velorio de Néstor Kirchner, y los seguimos viendo ahora, a los miles de jóvenes saludando con la V o con el puño en alto, apostando a la esperanza, y este tipo de polémicas resultan anacrónicas, inadecuadas, implican persistir en el error. Y ofenden la memoria de tantos militantes caídos, peronistas, comunistas, socialistas, cristianos, incluído por supuesto el compañero Néstor Kirchner, "porque con los jirones de sus recuerdos, estamos construyendo una bandera para que vaya al frente de todos nosotros".
Héctor solasso
Comparto el contenido de la nota y dejo mi opinión.
ResponderEliminarEn las luchas que protagonizaron peronistas y comunistas (entre otros), el denominador común fueron los desencuentros en las luchas y los encuentros en la clandestinidad, en las cárceles, en las salas de tortura o en las fosas comunes.
¿Quién “puso” más muertos? Si entramos en ese “detalle” habría que ver los porcentuales en la cantidad de militantes y/o simpatizantes de los diferentes grupos… Por lo tanto referirse a “masividad” ¿de fichas apostadas y caídas? es, como se señala en el artículo, al menos morboso.
En estos momentos, detenernos en si fuimos “estúpidos imberbes” o si nos inclinamos por “el voto en blanco” es anecdótico. Tenemos que tener clara la caducidad de esas consignas en esta construcción y la vigencia de las mismas en discusiones entre compañeros para poder cerrar heridas de aquéllos que aún no vieron que para las nuevas generaciones ese no es el conflicto.
Comparto plenamente los conceptos sobre este presente y, porque muchas veces las izquierdas perdieron de vista al enemigo, es imperiosa la necesidad del encuentro fijando objetivos principales para un Proyecto Nacional y Popular que no sea una mera declamación para luego apurarse a presentar fórmulas que permitirían contar los votos propios declamando el apoyo al gobierno de Cristina pero, por el momento no les interesa perder la Capital.
A veces, siento el mismo temor hacia las izquierdas y hacia las derechas… es cuando necesito ingerir anti-vomitivos.